Por Franco Rusafa*
-¿Qué diferencias notás, Hernán, entre Gallito ciego y tus libros anteriores, y qué líneas son las que continúan?
-No puedo hablar de diferencias muy marcadas, ya que en realidad, Gallito ciego, es un libro especial dentro de lo que podríamos llamar “mi obra”, porque viene a ser una suerte de antología personal, de recorrido íntimo por algunos de mis libros. Como todo lo que tiene que ver con la felicidad, nació producto del azar: en setiembre de este 2013 fui invitado al Primer Festival de Poesía de Mendoza; entonces me vi en un aprieto, no tenía libro nuevo ni tampoco viejos para repartir entre los poetas invitados (las tiradas de ejemplares en poesía siempre son insuficientes). Si bien hace cuatro años que estoy escribiendo Lengua padre, no quería “apurar” este libro, además tenía otro llamado Ciencia ficción que esperaba el fallo de un concurso. Por lo tanto hice una selección meditada de poemas en tres capítulos/libros. Por un lado elegí de los éditos Pájaros de tierra (2007) y Primera persona (2009); y por otro, del inédito Lengua padre, que es la parte más nutrida del libro, ya que duplica a las anteriores, como una muestra de lo que está por venir. Debo aclarar que dejé afuera, con algo de dolor, textos de mi primer libro, Mundo ventana (2002), por razones de espacio físico y no por pensar que esos poemas iniciales no me representaban. Aunque sí había una trabazón de estilo y temáticas más evidentes en los tres últimos, prefiguradas igualmente en el primero: la ciudad como ambiente condicionante y desafiante para el sujeto lírico, la reflexión de lo cotidiano como punto de partida y de llegada de los poemas y el conocimiento de los límites para intentar luego traspasarlos.
- ¿Qué lugar ocupa la infancia en tu libro?
-La niñez es un tópico recurrente en casi toda la poesía universal. Es cuestión de tomar diez libros al azar y leerlos bajo este tema. Seguramente vamos a encontrar mucho sobre la infancia, más de lo que esperábamos; ya que todo verdadero poeta es el que no se ha olvidado de su niño interior. Es más, hasta lo alimenta con palabras para que no deje de jugar y hablar, sin caer en lo cursi o blandengue, por supuesto. En mi caso, la infancia que experimenté no fue muy feliz que digamos, entonces tomo a la poesía como un poder profano para transformar el pasado a mi conveniencia. Siendo desleal en los hechos, pero honesto en el dolor. Al mismo tiempo, la paternidad ha intensificado y multiplicado esa mirada, así que es una especie de vuelta, aunque como digo en uno de mis poemas, es como una aldea, de la que una vez fuimos desterrados, y siempre queremos regresar.
-El gallito ciego es un juego. ¿Cuánto de juego hay en tu poesía?
-Tomé el nombre de Gallito ciego (que pertenece
a uno de los poemas nuevos) para el libro por varios motivos. Más allá de la
sonoridad que debe tener todo título de obra, este proponía varias aristas: el
juego, el salir a ciegas a buscar lo desconocido, el recibir palos inesperados
sin más defensa que las manos y el oído para esquivarlos; como también pensé lo
siguiente: a los adultos solo nos queda jugar a oscuras. Con respecto a “jugar
literariamente’’ en el sentido cortazariano de la palabra, soy bastante poco
juguetón. Para mí el lenguaje es algo indomable e inasible, no deja que te distraigás
en ningún momento. Para colmo, la poesía exige concentración máxima en cada
palabra, intensidad en el decir, ritmo y misterio. Fabián Casas dice que es un
avión al que si le falta un tornillo, se viene abajo. Pero lo que sí disfruto como loco es en tratar
de romper con la sintaxis tradicional, con incluir términos con nuevos
significados y en buscar una musicalidad propia. Siempre tratando de no abrumar
al lector, ya que si el escritor es el que juega en solitario, sabemos que sus
poemas no irán más allá de sus narices.
-Es notoria la introducción que hacés, en algunos poemas, de voces
cotidianas que generalmente no están en la poesía, pero sí en la realidad que
nos circunda. Me refiero a la voz del vendedor de huevos, a la de un chofer de
micro que hay también por allí y a la de una misteriosa segunda persona que, yo
imagino, puede ser tu esposa o tu hija. Te quería preguntar a vos qué te
pareció tu tratamiento de este aspecto y si lo pensás seguir incorporando en
tus textos.
-Me parece que es inevitable que el habla popular
y lenguaraz de la calle no se cuele a la fuerza en los poemas de alguien que
está alerta. Las voces cotidianas y exteriores son la cantera del que escribe.
Si un escritor se piensa que el idioma le pertenece solo a él, porque es un
“elegido”, merece el mayor de los ostracismos: que nadie lo lea. Es cierto que
los poetas somos como guardianes del lenguaje, le buscamos brillos nuevos,
exhumamos palabras perdidas y batallamos por explotar hasta el último de los
significados. Pero si este cobijo es para aislar los poemas y cristalizar el
vocabulario, estamos traicionando un mandato no escrito, justamente: todo poema
verdadero surge de la experiencia cotidiana y del contacto con el habla
popular. Es una retribución bastante amarreta que los poetas hacemos a la
lengua. Ya lo escribí alguna vez por ahí, mi único anhelo es dejar apenas un
verso, una línea de la que nadie recuerde el nombre del autor, pero que sea
paladeada por la gente y sienta que respira mejor cada vez que la dice.
-Y finalmente, te quería preguntar cuáles son tus proyectos inmediatos
en relación a la escritura de poesía. Tengo entendido que Lengua padre es
un libro inédito. ¿Qué sorpresas nos deparará?
-Como proyectos inmediatos tengo como 250, que
incluyen cosas mías y de otros poetas, ya que mi compromiso real es con la
difusión de la poesía. Sin embargo, esta entrevista curiosamente se interesa
por mi producción, así que te cuento que tengo pensado editar en papel mi
primera novela De los Portones al Arco,
una historia que apareció a modo de folletín en mi blog Ciudadeseo. Por otro lado, ya te mencioné más arriba que tengo un
poemario inédito (sería lo que quiero publicar luego de Gallito) que se llama Ciencia
ficción, con él armé un espectáculo, tipo performance, con el nombre El contador de estrellas; donde mezclo
cine, música y poesía. Ya lo presenté en un bar de Mendoza y la idea es hacerlo
girar por la provincia. Lengua padre
hace mucho que lo vengo escribiendo, ya he superado la barrera de los cuarenta
poemas (allí los libros piden detenerse, pensar en las repeticiones y las
distintas direcciones que ha tomado), entonces, la idea es escribir un año más
y seleccionar para luego armar la obra. Secretamente, en cada libro busco
sorprender, dar un golpe de timón con respecto al anterior. Tengo la
responsabilidad de que ya mostré unos
doce poemas en esta antología, por lo tanto ahora tendré que esforzarme mucho
más para que los lectores se encuentren, al menos, con algo del mismo nivel e
intensidad, pero que los asombre.
*Para la cátedra de Literatura Regional de la carrera de Lengua y Literatura del IES 9-001.
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